"Esto es lo que te gusta hacer, esto es lo que sabes hacer bien, hazlo hasta el límite y estarás satisfecho". Harry Wilson

domingo, 25 de septiembre de 2016

La milla, un juego centenario.

El atletismo también tiene su parte lúdica, y no entendiéndola como un entrenamiento divertido y rebajado lejos del tipo de trabajo estrictamente atlético. Nuestro deporte también está formado por unas cuantas situaciones de distensión que vamos administrando los entrenadores para mitigar la rutina y la dureza de los entrenamientos y el estrés competitivo presente dentro de la temporada. Nuestros “juegos”, para mediofondistas y fondistas, se suceden en el asfalto y se suelen llamar “carreras populares”.

De entre ellas, hay una especialmente que destaca por su singularidad, su significado y su exclusividad, ya que no todos caben en ella: “la milla urbana”! Correr rápido por las calles siempre ha sido un juego divertido para todos los niños. Si este juego lo trasladamos a nuestra etapa de deportista y se trata de correr a un ritmo competitivamente rápido, entonces estamos hablando de la milla. La milla urbana aúna unas circunstancias que la hacen especial. Somos, quizás más que en ninguna competición, el centro de atención de un público poco entendido y que disfruta del espectáculo que ofrecen todas las categorías, desde pequeños hasta la élite, si hay carrera de esas características. Para los atletas, es siempre motivo de diversión. Trasladar al asfalto las sensaciones de la forma que se tiene, siempre es más fácil que hacerlo bajo el control de un crono en una pista. EL grado de disfrute es más grande por todo lo que rodea al acontecimiento. Calentar entre calles y coches, o buscando un parque y ante la mirada curiosa de la gente. Prepararte antes de la salida buscando cual es el mejor sitio para acceder al circuito saltando vallas, sintiéndote uno de los “elegidos” para ser protagonista de lo que va a suceder a continuación. Correr generalmente por largas calles anchas, con gente a ambos lados mirando y jaleando el paso de los corredores, gestionar curvas, generalmente muy cerradas y apoyados casi siempre en algún rival y sobre todo, sobre todo en casi todas las pruebas de ese tipo, encarar una larguísima recta final interminable en la que pocas veces lo que ocurre a principio de sprint se asemeja al resultado final y al orden en que se traspasa la meta. La milla, aparte, también tiene espacio para la “sorpresa”, ya que siempre existe el típico “outsider” que no cuenta demasiado pero que se adapta a las mil maravillas al medio donde se corre y llega siempre en puestos de honor o dando un buen susto al teórico/a favorito/a.

Luego llega la post carrera, donde pocas veces he visto caras de decepción, al contrario, relajación, conversación y contar “batallitas” entre los participantes es la regla común. Y el que tiene la suerte de subir al pódium, se lleva a casa una copa que ni “la champions” esa, oiga! Puro latón si, pero exhibirla entre padres, abuelos y algún cuñado envidioso es garantía de ser el mimado/a de la familia unos cuantos días por el tamaño del premio en cuestión.

Para acabar, no podemos dejar de lado la magia que conlleva dentro esa distancia, madre, quizás, de este deporte nuestro llamado atletismo. Tradición anglosajona centenaria, pocos pueden no dejarse seducir por la historia que representa correr 1609 metros en el asfalto.  Cuna de mediofondistas de otra época, que llenaron estadios y las más legendarias competiciones de otro tiempo más romántico que el actual, intentar emular las gestas de héroes de la distancia como John Walker o Eammon Cohglan, verdaderos “lores” de la distancia, nos lleva a soñar con un futuro título nobiliario que pocos, muy pocos corredores, pueden alardear considerarse digno de él, el de “MILER”.


Llevamos unas semanas de entrenamiento de esta nueva temporada (no soporto llamar a esta parte inicial de entrenamiento “pretemporada”. No se que es eso! Yo empiezo a entrenar desde el primer día una nueva temporada, y nada más!) y este fin de semana hemos tenido un pequeño juego para parte del grupo, con la celebración de la milla urbana de Banyoles, una milla modesta pero sin dejar de ser una fiesta, en un pueblo encantador y un buen sitio donde pasar la tarde de un sábado teñido de atletismo.  Si aparte volvemos a casa habiendo imitado gestas centenarias podremos considerar que ese título tan valorado de “miler” no está tan alejado de nuestros sueños. 



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