"Esto es lo que te gusta hacer, esto es lo que sabes hacer bien, hazlo hasta el límite y estarás satisfecho". Harry Wilson

martes, 7 de octubre de 2014

La magia de inspirar y no de mandar.

Esta temporada, desde mi lado de entrenador, la inicié con una profunda reflexión, sugerida por algun atleta de mucha confianza. Cada cierto tiempo, a través de los “clics” rutinarios a los que estamos acostumbrados diariamente,  los entrenadores perdemos la perspectiva de nuestra misión y nos convertimos en jefes en vez de líderes de nuestro grupo de entreno.
La verdad es que mi grupo de entrenamiento me ha valorado muy bien siempre (evidentemente con algunas excepciones), se ha sentido arropado por mí en todo momento, y me consideran una persona dialogante con ellos. Sin embargo, después de tomarme ese pequeño tiempo de reflexión, he llegado a la conclusión de que estaba ejerciendo de “jefe”, un buen jefe, eso sí, bien valorado por sus atletas, pero que no era el papel que yo quería para mí.

Porqué, como entiendo este deporte tan duro, el papel del entrenador ha de ser el de un líder para su grupo. Ha de saber guiar antes que dirigir, ha de saber inspirar, antes que mandar.

Cada cierto tiempo, cada entrenador debería hacer un proceso de reseteo, ya que la rutina en las que nos vemos sumido, nos “apalanca” en nuestro papel y poco a poco, de manera poco perceptible para nosotros, vamos cambiando nuestra manera de gestionar nuestro grupo. Y sin darnos cuenta se va creando un proceso de alejamiento de los problemas cotidianos, hasta caer en una relación de respeto, pero lo suficientemente distanciada para que ya no sea la figura que lidere el grupo y si solamente la persona que dirige sus entrenamientos a secas. Y es evidente que con eso no hay bastante para rendir! El entrenador ha de saber dar lo que espera cada uno de sus atletas de él, para motivar e ilusionar a cada uno de esos atletas para que hagan un trabajo encomiable. Y es que no hay otra manera de llegar a la superación, a la excelencia, que actuando de una manera concreta y decidida: motivados, con entusiasmo y sobre todo, sintiendo el apoyo y la confianza técnica detrás, cada día de trabajo.

Yo siento que mis atletas necesitan día a día tener la seguridad de saber que no se han fallado, de que se han sacrificado por su sueño y objetivo. Y el papel del entrenador, hojita de entrenamiento aparte, es esa fundamentalmente. Dar confianza, crear empatía (como cuesta joder! Lo reconozco, lo más difícil de la tarea de liderar es acertar en cada mensaje, para que cada palabra vaya en la correcta dirección, tal como espera el entrenador y el atleta que sea recibida.) y subir la motivación y al autoestima en los buenos y malos momentos es la tarea en que mejor debe emplearse cada entrenador para ser considerado, no un buen entrenador, sino un GRAN entrenador. Los resultados, no hay duda, vendrán detrás de esa actitud general y esa declaración de principios.

La primera reunión que tuve con mis atletas esta temporada fue una sorpresa para ellos, ya que me encargué de darle cierto misterio con los mensajes que transmitía. La verdad es que los sorprendí de manera positiva. No se que esperaban de aquella reunión, pero se que no se esperaban mi mensaje, los cogí desprevenidos y creo poder decir con seguridad que acerté!
Llevé material audiovisual que quería enseñarles y cada uno de los videos que les enseñé hizo su función reflexiva. Empecé con el video que acompaño esta actualización, para acto seguido pedir “perdón” por ser su jefe! La reunión salió impecable y conseguí que mis atletas salieran de allí con otra actitud de cara a esta temporada. Uno de ellos, se despidió diciéndome: “- Andreu, quiero más reuniones así!”, fue especialmente emocionante por la persona de quien venía ese comentario. En ese momento descubrí que aquello había valido la pena.. El resto se fueron convencidos de que habíamos pasado un buen y muy útil rato de confesiones, explicaciones, emociones y que sentamos una gran base de actitudes para trabajar en esta nueva temporada.

Elegí para iniciar esta reunión, este video de “Waitin’ on a sunny day” de Bruce Springteen, descubierto leyendo a Xesco Espar y que representa todo aquello que uno puede desear para liderar un grupo humano. Lo que vemos allí es puro disfrute, puro entusiasmo. Como un líder se funde con su banda, y ambos crean una atmósfera que acaba de fundirlos con su público y convertirse todos en un único "todo" disfrutando de un instante mágico. Es la magia de inspirar y no de mandar.


miércoles, 1 de octubre de 2014

También de errores vive el entrenador.

Hace un par de actualizaciones, comentaba mi responsabilidad sobre el hecho de no haber conseguido el objetivo que tenían algunos de mis atletas la temporada anterior. Hacía referencia a un error técnico que, para mí, condicionó de forma importante las carreras y resultados de alguno de mis atletas.

La cuestión se inicia a final de hace dos temporadas, la 2012-2013, cuando mis atletas me transmiten el cansancio mental que sufren de la manera de trabajar la velocidad en las últimas temporadas. Está claro que había que cambiar de estímulo, a pesar de que los resultados trabajando así eran óptimos.

Así que buscando las opciones que podía tener, sin variar mi filosofía de cómo habíamos trabajado esa capacidad hasta ese momento, opté por sacarla de la pista y llevarla a la playa, con una progresión en la línea de trabajo de tres fases, de un trabajo general a uno cada vez más específico, una en cada uno de los periodos de entrenamientos afectados por el cambio. A partir de allí entrábamos en la parte final de la preparación y entrábamos en pista realizando el trabajo habitual de cada temporada. Junto a este cambio realicé otro en el mismo sentido, sacando la sesión de la pista para llevarla a la naturaleza. Desde el primer momento estuvieron encantados con el tema, felicitándome por la opción escogida, mucho más motivante para ellos que la realizada tantas temporadas anteriores. Había conseguido mi objetivo, liberarlos de esa carga mental y además, inyectar una carga de motivación extra. Miel sobre hojuelas!

Desde el primer momento tuve la misma duda, la única duda! Que pasaría con la reactividad del pie trabajando en la arena y que tipo de “tono” muscular resultante encontraría al final de este proceso. Les argumenté mis motivos para hacer de esta manera la velocidad, pero me callé las dudas de manera clara (si les dije que había riesgo en lo “desconocido” de la opción elegida por mí). Creo que era honesto por mi parte argumentar las ventajas y advertir de lo desconocido. Todo fueron parabienes, no había atisbo de dudas por parte de ninguno de mis atletas. No podíamos empezar a trabajar de esa manera con inseguridad!

Al cabo de unos meses, la sensación era que todo estaba en orden, las sesiones salían sin dificultad, los controles en entrenamiento de sprint corto eran buenos, sin ser los mejores, pero buenos. Sin embargo, pronto, en abril, descubrí mi “cagada” solamente en la primera competición realizada sobre 400 metros en liga catalana ya ví que “algo” no estaba en su sitio. La zancada se presentaba más corta de lo habitual, la reactividad del pie (maldita reactividad) no era la misma! La altura de la zancada también era inferior. Y la flexión de la pierna en el momento del paso del cdg por la vertical se presentaba más hundida.

En ese momento no les dije nada, los entrenamientos salían igual o mejor que en la mejor forma de siempre, sobre todo por la mejora aeróbica habida y no era cuestión de crear una incerteza en una momento de la temporada en la que se encontraban muy motivados y veían salir sus tiempos. Achaqué a un accidente de un día esa prestación en 400 m.lisos.

Empezó el periodo competitivo y las marcas no acababan de salir, aunque la motivación era máxima! La razón técnica es que ese conjunto de cambios en la zancada restaron las prestaciones en la posible mejor marca que podían realizar en 400 metros, la mejora aeróbica permitía correr rápido la primera mitad de la prueba, pero demasiado cerca de la máxima capacidad, mucho más de lo normal. Esa zancada “anormal” se encargaba de hacer el resto en la segunda vuelta de la prueba. Si mis atletas hubieran tenido una capacidad aeróbica de un “millero” hubieran corrido muy rápido, pero más rápido aún el milquinientos. Sin embargo, eran “buenos” aeróbicamente para los 800 metros, pero insuficiente para compensar esa perdida en la zancada, y lejos de las prestaciones de un millero de élite.

Esto afectó al rendimiento de tres de mis atletas, ya que otros tres partían de marcas fáciles de mejorar, como así hicieron. En la noche de vuelta del último día del campeonato de España absoluto, confesé mi error detectado hacía meses a mis atletas. Creí que mi deber era ser honesto con ellos, si era el entrenador quien se había equivocado. Alguno criticó mi honestidad, al igual que la que he tenido este inicio de temporada, argumentando que diversos sectores profesionales vinculados a nuestro deporte aducen que ser tan honesto provoca incerteza. La incerteza la podría haber provocado cuando detecté el problema, y no lo hice, ya que la única arma de que disponía para compensar mi error, era la dinámica motivadora del grupo. Los atletas no saben (ni tienen que saberlo) cuanto callamos los entrenadores a lo largo de la temporada para no crear dudas e incerteza, pero es bastante más de lo que imaginan. Valoro la honestidad por encima de las marcas que pueda conseguir cualquier atleta. A mi me gustaría tener dialogo honesto permanente con mi entorno y eso es lo que intento transmitir. Evidentemente los errores se pagan, en este caso con confianza, a pesar de admitirlo, y evidentemente, lo estoy pagando.  


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