El atletismo también tiene su parte lúdica, y no
entendiéndola como un entrenamiento divertido y rebajado lejos del tipo de
trabajo estrictamente atlético. Nuestro deporte también está formado por unas
cuantas situaciones de distensión que vamos administrando los entrenadores para
mitigar la rutina y la dureza de los entrenamientos y el estrés competitivo
presente dentro de la temporada. Nuestros “juegos”, para mediofondistas y
fondistas, se suceden en el asfalto y se suelen llamar “carreras populares”.
De entre ellas, hay una especialmente que destaca por su
singularidad, su significado y su exclusividad, ya que no todos caben en ella:
“la milla urbana”! Correr rápido por las calles siempre ha sido un juego
divertido para todos los niños. Si este juego lo trasladamos a nuestra etapa de
deportista y se trata de correr a un ritmo competitivamente rápido, entonces
estamos hablando de la milla. La milla urbana aúna unas circunstancias que la
hacen especial. Somos, quizás más que en ninguna competición, el centro de
atención de un público poco entendido y que disfruta del espectáculo que
ofrecen todas las categorías, desde pequeños hasta la élite, si hay carrera de
esas características. Para los atletas, es siempre motivo de diversión.
Trasladar al asfalto las sensaciones de la forma que se tiene, siempre es más
fácil que hacerlo bajo el control de un crono en una pista. EL grado de
disfrute es más grande por todo lo que rodea al acontecimiento. Calentar entre
calles y coches, o buscando un parque y ante la mirada curiosa de la gente.
Prepararte antes de la salida buscando cual es el mejor sitio para acceder al
circuito saltando vallas, sintiéndote uno de los “elegidos” para ser
protagonista de lo que va a suceder a continuación. Correr generalmente por
largas calles anchas, con gente a ambos lados mirando y jaleando el paso de los
corredores, gestionar curvas, generalmente muy cerradas y apoyados casi siempre
en algún rival y sobre todo, sobre todo en casi todas las pruebas de ese tipo,
encarar una larguísima recta final interminable en la que pocas veces lo que
ocurre a principio de sprint se asemeja al resultado final y al orden en que se
traspasa la meta. La milla, aparte, también tiene espacio para la “sorpresa”,
ya que siempre existe el típico “outsider” que no cuenta demasiado pero que se
adapta a las mil maravillas al medio donde se corre y llega siempre en puestos
de honor o dando un buen susto al teórico/a favorito/a.
Luego
llega la post carrera, donde pocas veces he visto caras de decepción, al
contrario, relajación, conversación y contar “batallitas” entre los
participantes es la regla común. Y el que tiene la suerte de subir al pódium,
se lleva a casa una copa que ni “la champions” esa, oiga! Puro latón si, pero exhibirla
entre padres, abuelos y algún cuñado envidioso es garantía de ser el mimado/a de
la familia unos cuantos días por el tamaño del premio en cuestión.
Para acabar, no podemos dejar de lado la magia que conlleva
dentro esa distancia, madre, quizás, de este deporte nuestro llamado atletismo.
Tradición anglosajona centenaria, pocos pueden no dejarse seducir por la
historia que representa correr 1609 metros en el asfalto. Cuna de mediofondistas de otra época, que
llenaron estadios y las más legendarias competiciones de otro tiempo más
romántico que el actual, intentar emular las gestas de héroes de la distancia
como John Walker o Eammon Cohglan, verdaderos “lores” de la distancia, nos
lleva a soñar con un futuro título nobiliario que pocos, muy pocos corredores,
pueden alardear considerarse digno de él, el de “MILER”.
Llevamos unas semanas de entrenamiento de esta nueva
temporada (no soporto llamar a esta parte inicial de entrenamiento
“pretemporada”. No se que es eso! Yo empiezo a entrenar desde el primer día una
nueva temporada, y nada más!) y este fin de semana hemos tenido un pequeño
juego para parte del grupo, con la celebración de la milla urbana de Banyoles,
una milla modesta pero sin dejar de ser una fiesta, en un pueblo encantador y
un buen sitio donde pasar la tarde de un sábado teñido de atletismo. Si aparte volvemos a casa habiendo imitado
gestas centenarias podremos considerar que ese título tan valorado de “miler”
no está tan alejado de nuestros sueños.