Sus palabras fueron de gratitud hacia sus deportistas por
haber creído a pies juntillas la ruta trazada por ella, en los buenos y los
malos momentos y que esa fidelidad a una hoja de ruta había acabado con una
medalla para sus deportistas.
Resulta que esa hoja de ruta era más que muy dura y la
polémica en la hora del adiós de esa entrenadora ha saltado por unas
declaraciones de ex integrantes de la selección nacional de ese deporte. Estas
declaraciones han tenido mucho eco en la sociedad. Sin embargo, las actuales
integrantes del equipo, han declarado que no son exactamente ciertas las
acusaciones contra esa entrenadora. Estas últimas declaraciones apenas han
tenido eco. Ya hemos colgado en la plaza del pueblo a la otrora exitosa
entrenadora.
No voy a defender a la Tarrés, ni pretendo hacer
corporativismo barato, entre otras cosas porque desconozco como trabajaba
aunque ella no ha escondido jamás su dureza, ni sus deportistas han escondido
jamás su libertad para haber escogido trabajar con ese método.
Pero si voy a defender la figura de los entrenadores en
general. Ayer leía en una red social como una persona le comentaba a otra en
relación al tema Tarrés: “yo me creeré siempre la versión del deportista de
élite”. Yo a esta persona le diré, educadamente, que yo siempre me creeré al
entrenador, estaré a su lado hasta que me demuestren de verdad, y el admita,
que era un incapaz social y deportivo. Al entrenador honesto con su trabajo,
eso sí, no al ambicioso a cualquier precio, dispuesto a lo que sea, incluso a
traspasar la línea de la legalidad para llegar a sus fines poco éticos pero
bañados seguramente en oro ( y no me refiero a la Tarrés, sino a otros
especímenes amantes de las farmacias). Y argumentaré porqué, aunque me deje
cientos de detalles para que mi argumentación pueda ser completa.
El deportista es por naturaleza egoísta, muy egoísta. Solo
piensa en él. Pocos tienen sentido grupal, a pocos les importa una dinámica de
grupo, pocos son agradecidos por el esfuerzo diario de la persona que los
lleva. He tenido la temporada pasada mas de una docena de atletas. NINGUNO,
NINGÚN DÍA durante la temporada se dignó a preguntarme como estaba, fuera el
estado que fuera a entrenar. Podría alargar esta situación a las demás
temporadas y al 95% de colegas. Cada uno de mis deportistas ha subido
simplemente por él, y solo por él, cada día a entrenar. Y yo, como todos mis
colegas, hemos acudido diariamente a entrenar por quien? Por nosotros? No! Por
nuestros atletas, evidentemente. Todos mis esfuerzos han ido dedicados a ellos.
Yo no he ganado ni perdido nada con los resultados de mis atletas, me he
quedado absolutamente en la misma situación. Mis atletas, durante toda sus
temporadas han pagado religiosamente sus masajes, sus zapatillas, todo cuanto
necesitaban y lo ven lógico!……..Todo? No, un detalle, jamás ni pagaron ni se
atrevieron a acercarse a preguntar, “creo que te debo algo aparte de mi
gratitud por haberme entrenado.” La mayoría de entrenadores de nuestro deporte
da un servicio profesional y recibe una ayuda simbólica de sus clubes de
procedencia. Con esto, no pretendo reivindicar ningún pago, ni nada por el
estilo, solo quiero mostrar una actitud casi endémica de los deportistas,
aunque nos llevemos la mar de bien en el día a día.
He entrenado durante los 15 últimos años, igual que la
Tarrés, igual que otros muchos entrenadores. Y yo también en algún momento he
intercambiado duras palabras con algún atleta. Es inevitable en tanto tiempo! Sacadas
de contexto, podría aparecer igual que la Tarrés en la prensa, pero creo que
acompañado de cientos de entrenadores, empresarios, trabajadores, padres y
madres, etc…si sumamos, tenemos millones de Tarreses, a pesar de que cada uno
se mire su ombligo y no esté dispuesto a darse cuenta. Pero también he tenido
que sufrir la mala educación de ellos, y lo que es peor, muchas veces duras
palabras dichas a mis espaldas, incluidas, muchas, demasiadas, mentiras. Lo
mismo que el resto de mis colegas y seguramente incluida la Tarrés. Pero eso no
trasciende, ni trascenderá jamás en ningún sitio. No mientras seamos lo que
somos. El último eslabón de la cadena. El último, el que nadie se fija mucho,
el que menos importa, pero el que tiene el arte, la sabiduría y el buen hacer
para conseguir ese rendimiento que acaba por conseguir los sueños de los
deportistas. Somos muy prescindibles para todo este tinglado que dice gestionar
algo llamado deporte y para todos sus
seguidores “entendidos”. Cuanto se equivocan!
Señor “persona creyente de los deportistas de élite”, un
consejo. La próxima vez, lea, piense, intente ser cauto, ecuánime, y sobre
todo, infórmese de lo que tengan que decir todas las partes. Si una de ellas no
lo hace, espere pacientemente, no se forme una opinión rápidamente y menos de la
parte egoísta del conflicto. Le dejo una de mis frases que dirijo a mis
deportistas cuando su actitud no es la mejor y se lo tengo que reprochar. “No
me dedico a joder a mis atletas, no puedo perder el tiempo en eso, ni gano nada
con ello. Tenemos un compromiso mutuo, y no lo estás cumpliendo”