Siempre consideré a mis entrenadores como dioses. No se me malinterprete, quiero decir que toda mi vida decidí darles el 100% de responsabilidad de todas las decisiones técnicas, como debe ser!! Siempre creí en ellos al 100% mientras tuvieron la responsabilidad de llevarme. Dudar de ellos hubiera sido aceptar que no entrenaba bien y por consiguiente que no iba a conseguir los resultados planteados. A principio de temporada se planteaban los objetivos, ellos tenían la responsabilidad de dirigir mi temporada y yo de hacerles caso al 100%. Mi relación sobre todo con mi primer entrenador era de maestro a discípulo, el me enseñaba el arte de entrenar mientras yo realizaba los entrenamientos y aprendía. Un subidón total! Mi subidón, sin embargo tendría que ser obvio. Cada cual debía estar en su sitio. El entrenador dirigiendo implicado al 100% y el atleta realizando esa planificación confiando al 100% en aquello que realizaba. Recuerdo consultarle absolutamente todas las dudas que surgían. Unas molestias en días de series, una carga excesiva, una percepción de no poder realizar un trabajo en concreto, etc... Toda duda era inmediatamente consultada a quien tenía esa responsabilidad. Creo que en eso tuve la actitud madura que se espera de un atleta aplicado, lo que espero yo de mis atletas. Supe mantener un respeto absoluto siempre, ellos perdían su tiempo en mí y supe valorar desde el primer hasta el último minuto que me dedicaron. No lo entiendo de otra manera, ni se como puede salir un resultado de otra manera que no sea esa. Jamás se me ocurrió dejar de realizar una sesión programada por ellos por disconformidad, ni crear conflicto alguno al respecto. Vaya fracaso si hubiera hecho eso, como deportista y como persona. Los principios y valores que tenía eran fundamentales para pedirles su dedicación totalmente altruista. Sentía un profundo respeto hacia la decisión de decidir perder su tiempo hacía mí. entrenamientos, programaciones, competiciones, etc... Un sinfín de acciones que no tenían porque tener sentido, una persona decidía dedicarlas a mi atletismo.
En atletismo o en deportes individuales no hay resultados si no hay un equipo de personas, cada cual con su papel bien definido e implicado hasta el fondo. En este equipo el entrenador ha de tener el 100% de la responsabilidad técnica y tomar todas las decisiones, incluso si se equivoca. No podríamos aprender si no fuera así. Más tarde será hora de responsabilizarse de los errores cometidos, sin duda!
Sin embargo, la obviedad de lo que planteaba antes en una relación entrenador/atleta, encuentro que se está perdiendo. Hemos perdido, para empezar, un poco nuestra dignidad. Nuestros atletas no nos valoran como lo hacíamos antes, y mal vamos si ocurre eso. Observo por todas partes atletas decididos, por ejemplo, a autoentrenarse. Tanto conocimiento poseen, me pregunto? Sabrán valorar más allá de unos cuantos días y entrenar con visión de futuro? Yo tengo atletas, también que no confían, por ejemplo, en una cosa tan sencilla y particular como mis recuperaciones (deciden delante mío y con una argumentación fuera de toda lógica científica y en contra de mi criterio, cambiarla!) , ni en muchas de mis decisiones. Lo peor, y lo tengo comprobado al 100% es que todos esos, que deciden tomar ese camino, rinden menos de lo que deberían si confiaran en aquél que decidió en su día perder su tiempo en ellos.
No se cual es la razón de esa actitud de muchos atletas que veo y conozco (en mi grupo y en muchos), pero supongo que la lluvia de información producida por la revolución informática y digital sufrida con la llegada de internet ha tenido muchísimo que ver. Otro capítulo aparte merecen los padres en este tema, aunque aquí creo que tengo la partida ganada y tengo un muro muy definido y no tolero que nadie del sector padres se meta en mi trabajo. Pobre del que se meta! Su hijo tiene la puerta del estadio bien abierta en ese sentido.
Todo esto se torna muy serio cuando esto ocurre con objetivos importantes entre medio. Considero que en estos casos, una actitud así sentencia toda una filosofía de trabajo, el sentido de la implicación del equipo. El respeto, la educación, los principios y los valores quedan marginados ante decisiones claramente erróneas que condicionan al 100% el futuro del objetivo planteado. Lo creo así: el fracaso está cerca y asegurado!
Por eso abogo y clamo ante la habitual falta de criterio de muchos atletas. Por qué no nos dedicamos cada cuál a estar en su sitio y confiamos ciegamente en la labor de cada uno? Anda que no les iría mal a todos los atletas una cosa así!
P.D: Mi reconocimiento a todos los entrenadores con criterio e implicados con sus atletas, en la persona del gran Harry Wilson, cronometrando unas dunas del grandísimo Steve Ovett.
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