No hay peor experiencia para un atleta que pasar por una
pequeña o gran travesía del desierto. El máximo rendimiento de un atleta
difícilmente puede entenderse si todo no fluye de manera correcta y sin
sobresaltos. Es evidente que toda preparación va unida a pequeños problemas,
físicos, emocionales o de otra índole, pero nunca llegan a tener una especial
relevancia si el rendimiento es alto y esperable al talento que acompaña a ese
atleta.
Sin uno darse cuenta, sumando semanas, uno a veces se
encuentra de que no está donde quisiera estar, el rendimiento es nulo comparado
a lo que esperaba, los problemas atosigan, las lesiones no respetan, la
dinámica no existe. Muchísimos atletas caen en este tipo de tránsito sin
entender de que lo que no se veía desde dentro, su propio universo, era
fácilmente visible desde el exterior. He conocido pocos atletas que aceptasen
perder, aceptasen darse cuenta de que los problemas no eran externos y si
provocados o creados por uno mismo, a veces innecesariamente, a veces ahogándose
en un vaso de agua. El atleta, por reacción espontanea y poco proclive a
aceptar haber gestionado mal alguna cuestión de su preparación, tiende a huir,
sin darse cuenta de que en la huida, se lleva consigo sus problemas no
resueltos.
Otras veces, el problema si surge desde el exterior. Una
lesión persistente, un problema emocional grande, una alteración importante en
la vida del deportista. Mi experiencia me ha enseñado que difícilmente se puede
gestionar individualmente este tipo de problemas, sobre todo en lo referente a
las cuestiones de salud. En una gran proporción, las decisiones unilaterales de
los deportistas retrasan la cura de lesiones de larga duración. No existe
protocolo, ni rutina, ni crédito, ni se concede tiempo a tratamientos serios. El
atleta necesita curarse en tiempo record……..y eso alarga innecesariamente esa
recuperación. He calculado estos años, que mis atletas han llegado a malgastar
dos terceras partes del dinero que han invertido en curar lesiones con
especialistas de dudosa calidad y capacidad y con decisiones tomadas fuera del
equipo técnico.
El principal responsable al que se señala en primera
instancia de cualquiera de estos problemas es el entrenador. Sobre todo por influencias externas. A pesar
de que desde el entorno técnico se pueda
argumentar con datos precisos cada paso dado y el porqué de cada
alteración, sea de rendimiento, sea de salud, factores externos influencian
para señalar como elemento a culpar el apartado técnico. Gran error y un muy
flaco favor para el atleta. Pocas veces he presenciado explicarle al atleta,
desde su entorno, cercano o lejano, que el error ha sido de él y no del
entrenador. Sin embargo, ese propio entorno tiene el mensaje contrario para el
entrenador, haciendo responsable al atleta, una vez escuchado los argumentos
técnicos.
La huida hacia adelante es un deporte nacional y está a la
orden del día. Generalmente en ese punto se inicia una travesía por el
desierto. Pocas veces he visto que por este tipo de motivos antes expuestos, un
atleta vuelva a salir adelante. Esos casos son una clarísima minoría, y los
atletas generalmente pocas veces vuelven a rendir como antaño.
Sin embargo, el paso del tiempo, generalmente provoca una
reflexión sobre las decisiones tomadas y retoman el camino ordenado de antaño,
entendiendo errores cometidos, responsabilidades de cada acto, etc.
Las oportunidades no son únicas, como tampoco los trenes que
pasan, pero tienen límite, así lo creo yo firmemente. Sin embargo, si creo que es ideal y único el
entorno creado desde un inicio para conseguir el premio y el objetivo buscado.
Entorno y situaciones creadas día a día, situaciones particulares e individuales a cada
atleta, que crearon la situación de poder tener la oportunidad de un sueño de
superación. Entender cuál es ese entorno creado para poder explotar ese talento, es capital para poder superar los problemas y elegir la mejor opción existente
para triunfar.