Entrenar en un grupo de
atletas con cierto nivel es algo difícil si se es nuevo o no se tiene un
talento natural y se ha de suplir esa parte con una muy buena aplicación
entrenando.
Una de las tareas más
difíciles que llevo a cabo es intentar motivar de manera permanente a aquellos
jóvenes atletas que llegan, que son absolutamente válidos, pero se encuentran
en un grupo de entrenamiento donde el nivel es bastante alto y su autoestima,
por tanto, se resiente al no saber valorar bien su nivel deportivo. Muchas
veces, demasiadas para mi gusto, pierdo
la batalla y los chic@s abandonan sin darse una buena oportunidad de
demostrarse a si mismos que si valen para correr.
La cuestión es que algunos
deportistas que entrenan con soltura, buena técnica y capacidades básicas de
resistencia, fuerza o velocidad de buen nivel, sufren a la hora de practicar su
deporte, porque, malditas comparaciones, no pueden seguir el ritmo de sus
amistades, que con, mala pata para ellos, son capaces de realizar mínimas para
campeonatos, de España por ejemplo, a muy temprana edad. Estos deportistas adoptan un papel
de “patito feo” que es bastante difícil de corregir y que condiciona
absolutamente su entrenamiento deportivo. Supongo que será un problema común en
grupos de entrenamientos especializados de clubes de atletismo.
Como el verdadero
problema lo tengo en el día a día de los entrenamientos, por encima del
resultado de una competición, abordo la cuestión intentando integrar el
entrenamiento al máximo posible a esos deportistas en el grupo. Por ello, en vez de individualizar más su preparación, quizás fuera la correcto en la
vertiente teórica de la preparación, pero no en la humana, intento recortar el volumen para que puedan
estar más tiempo integrado en el grupo, en la sesión. Así, al final del
entrenamiento, ese deportista ha podido sentirse parte del grupo y no un punto
y aparte con una preparación separada del resto. Incluso pensando que hay
muchas partes comunes que no suponen una fatiga excesiva o una diferencia muy
grande de nivel en la realización de la sesión (los calentamientos, el trabajo
complementario de técnica, el reforzamiento abdominal, las sesiones de fuerza o
velocidad), prefiero que aquellas partes que suponen el grueso de esa
problemática (rodajes, ritmos controlados, series fraccionadas, etc) se vean
recortadas para que sientan una integración total en el grupo.
Dentro de la dificultad
de mantener esos deportistas noveles dentro de nuestro deporte, creo que si
conseguimos crear una implicación con el grupo, establecer una disciplina de
asistencia a los entrenamientos y logramos que al menos ese “sacrificio” dure
una temporada, tenemos bastante ganado ya que la siguiente, con todos los
procesos de adaptación realizados nos presentará un nuevo deportista con otro
nivel bastante diferente al de la primera temporada, y por consiguiente con
nuevos objetivos en el futuro marcados.
También no siempre es así
y nos llega un deportista con esas “condiciones” pero maduro, que entiende la
situación de tener como compañeros deportistas con mucho talento para correr y
que acepta el reto de superarse a través del duro proceso de entrenamiento
individualizado. La experiencia me dice que el grado de satisfacción de este tipo de deportistas es incluso mayor que el de los que consiguen mejores logros, ya que valoran el reto conseguido como un triunfo absoluto de su voluntad y capacidad de sacrificio y por el apoyo recibido de la parte técnica.
Ver las mejoras de estos
deportistas, en cualquiera de los dos casos, es muy gratificante ya que ver
finalmente los resultados de una gestión en lo humano junto a emplear realmente
el arte de entrenar, es una de las razones por las que llena y compensa sobre
manera nuestra profesión.
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