En estas dos semanas que han pasado hemos empezado a
competir los chicos, y bastante bien por cierto, y las chicas están a punto de
empezar este mismo domingo. Hemos recuperado también a nuestros tres lesionados
ilustres y si uno de ellos sigue con su preparación de manera absolutamente
normal, otro ha empezado a hacer trabajos fraccionados y al tercero le quedan
días para hacer lo mismo. Así que parece que ya no tenemos a nadie en la
enfermería. Mi ilusión como entrenador sería poder volver a ver a los tres
competir. Cada uno con su problema han pasado una dura travesía del desierto y
bien merecen volverse a sentir atletas. Sería desde luego un triunfo personal
sobre todo de dos personas que lo han pasado francamente mal para volver a
correr.
Estas semanas de trabajo oscuro han supuesto la base de los
resultados que van a conseguir mis atletas este verano. No hay milagros, tanto
hemos puesto con tanta madurez que será en base a esa actitud que empezaremos a
recoger frutos dentro de escasamente un
mes o mes y medio. Los tiempos de entreno son buenos, bastante buenos, pero no
quita que serán las actitudes entrenadas las que aparecerán en competición. Si
estas han sido buenas, el resultado será excelente. Si no hemos tenido una
mente privilegiada, desgraciadamente esos vicios se verán reflejados
inexorablemente en los resultados, a menos que en el breve espacio de un mes
haya un buen cambio de chip.
Me tengo como un entrenador con los pies en el suelo, de los
que no vende humo, de los que cuando dice que algo ha salido bien es porque así
ha sido realmente y que cuando dice que no se ha entrenado bien es porque no se
ha hecho lo bien que se necesitaba para los objetivos planteados. A veces
molesta entre algunos de mis atletas mi visión tan realista, pero tengo claro
que desde la perspectiva privilegiada en la que observo lo que le pasa a cada
uno, tengo una información que ellos no son capaces de ver y que es
absolutamente determinante para su rendimiento final.
Es el sino del entrenador, tener la información, poderla
manejar, saber gestionarla, y saber que es difícil hacerlo en un deporte
individual donde el ego de cada deportista no sabe muy bien a veces situarse
correctamente.
Me río de mi mismo cuando paseo por el estadio pensando y
hablando solo, teniendo respuestas a cada problema de mis atletas y sabiendo
que muchas veces no puedo utilizar esa solución por la falta de visión de
muchos de ellos. Eso no significa que no vayan a rendir, pero si a perder una
buena oportunidad de algo mejor de lo que esperan para ellos.
Como entrenador con criterio que me siento, me duele y me
reboto interiormente, que no sepan ver que la diferencia entre algo “bueno” y
algo “grande y excepcional” sea justamente que yo pueda gestionar esta parte de
la manera correcta que dictamine mi “autoridad” dentro del equipo. Los atletas
que llegan lo hacen porque saben de la oportunidad de ser “excepcional” que
tienen y está claro que cogen fuertemente esa oportunidad y la aprovechan día a
día por un sueño.
Seguramente sea una lucha titánica de un entrenador de club
con un sueño, una ilusión, un proyecto de hace años. Quizás no sea posible
desde mi posición actual. Quizás tenga que descubrirlo con algún atleta que
lejos de aquí decida adoptar todas aquellas cosas que tanto me cuesta inculcar.
Pienso en mí cuando empecé en esto y me imagino: Como hubiera aprovechado mi
oportunidad de haber valido y como la hubiera disfrutado con mi entrenador! No
pude hacerlo como atleta, no tenía talento. Pero no me rindo como entrenador,
es mi sueño de todos los días!
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