Nunca me había pasado gestionar una situación tan delicada y
tan traumática para un grupo de entrenamiento. Como muchos sabeís, hace escasos
meses tuvimos que sufrir entre los integrantes del grupo la pérdida de un ser
querido. Que situación tan difícil de gestionar para todos, empezando por el
dolor de la atleta y siguiendo por la actitud de sus compañeros.
Puedo escribir ahora de este tema, ya que creo por fin haber
acabado de dibujar un círculo virtuoso de superación por parte de todos. La
atleta, ha vuelto a competir!
En estos cuatro últimos meses, la gestión de cada momento ha
pasado por situaciones delicadas. Al principio, intentar abstraer a mi atleta
después del diagnóstico de la enfermedad. Intentar explicarle y disuadirla de
que la práctica del atletismo podría sobrellevar de manera más relajada y menos
estresante el día a día duro de su casa, su familia y la incertidumbre que
pesaba sobre ellos. Después, el aceptar deber dejar aparcado momentáneamente su
deporte para reorganizar un sinfín de situaciones que esa nueva vida te demanda
obligatoriamente. Y para finalizar, saber gestionar el drama y el dolor de un
final temido por todos desde el inicio.
Cuatro meses más tarde, desde la perspectiva de mirar hacia
atrás el pasado reciente, creo que cada parte, atleta, compañeros y entrenador
supo estar a la altura de las circunstancias y la muestra es que hoy en día,
nuestra atleta, nuestra amiga, tiene ilusión por seguir luchando por sus
sueños, de tal manera que casi sin entrenamiento y con bastante duelo aún,
pidió y quiso volver a sentirse atleta, afrontando una competición que en
principio, hacia meses, decidimos dejar de lado por razones obvias.
Si tuviera que decir algo de cada uno que participó en esta
historia de superación vital, os diría que la ATLETA nos ha dado una lección de vida, una
lección de madurez, una lección de lucha y de superación. En todo momento y sin
perder el sentido común, todas sus decisiones fueron razonables, las que debía
tomar y las que podía tomar en sentido erróneo, por su situación, y no lo hizo.
En ningún momento dio muestras de abandono, ni de su propia vida (el futuro es
suyo, como el nuestro!), ni de su deporte, ni por supuesto, lo más importante,
la lucha por no perder a un ser querido.
Sus COMPAÑEROS, estuvieron a la altura en todo momento, con
algo que realmente me ha dejado impresionado, el respeto hacia su situación. He
quedado sorprendido del apoyo, el respeto como os decía, y el silencio y
discreción que han sabido tener con ella sus compañeros. Ni una palabra
inoportuna de más, la comprensión sobre el dejar de verla de manera contínua,
el saber darle algún mensaje en horas bajas…todo sin estridencias, sin dramas,
y sin ignorarla. Justo en la medida de lo que se pide en estas situaciones. Y
también, y aunque no importante, casi banal para un problema así, siguiendo
aspirando a todo con esta situación encima, que tanto podría descentrar a algún
atleta, como hacer sentir mal, por irrespetuoso, a la atleta afectada.
Y el ENTRENADOR. No creo ser nadie para “autojuzgarme”, pero
creo que, aparte de aprender rápidamente de una situación tan dramática como
esta, también he estado a la altura de las circunstancias. Mi papel ha sido el
de intentar abstraer a mi atleta para que siguiera apostando por su futuro. En
un primer momento enseñándole que el viaje de la enfermedad diagnósticada
podría ser largo y debía aprender a convivir con ella sin renunciar a sus
sueños. Luego, el ir comprendiendo su drama, sus desesperación e ir gestionando
y haciendo correcciones contínuas casi semanalmente por la situación generada.
Más tarde, y ha sido la parte más dura, darme cuenta que el final era cercano y
como poder actuar para que el futuro de una persona deportista en plena
vitalidad no fuera a verse afectada por la inminente desaparición de un ser
querido. Debo decir, que llegado un momento, decidí que algo tan superficial
como la práctica de un deporte, por más que representase un sueño para los
afectados, quedaba en un plano muy secundario y muy pequeño ante los
sentimientos de tristeza que veía aflorar en los últimos días en mi atleta.
Y el drama y desenlace fatal llegó! Y, todos, todos estuvimos allí, en la tristeza y el dolor! Y sabéis que significó? Pues que simplemente entendimos que la vida continuaba después de este trance. Y la vida continúa, para todos mis atletas y para este entrenador. Y pasadas varias semanas, me doy cuenta de que hemos superado algo tan delicado, que me enorgullezco de cada uno de los atletas que estoy entrenando ahora mismo y con los que acabamos de vivir esta experiencia.
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